Para algunas personas la vivencia de una enfermedad grave que va progresando les ha cambiado en positivo, en el sentido de que han aprendido a ser más detallistas, a vivir el día a día y a valorar más las pequeñas cosas de la vida. Así lo explica Victoria
“La idea central esta clarísima, que la vida merece la pena, que hay que vivir, que hay que dejar vivir a los demás, y que hay que aprender a vivir, que eso es un aprendizaje de todos los días. Es apasionante, es apasionante. Cuando uno se levanta por la mañana, te llevan a la ducha, te pegan una ducha que te dejan nueva, y te miras al espejo y dices 'pero bueno, yo podría estar ahora mismo con una cara amarilla, tirada por ahí por una cama medio muerta, fatal, todo el mundo a mi lado 'ay la pobre, fíjate, tan joven y tan malita, ay, ay, ay, y con un hijo tan majo' y no sé qué y no sé cuánto. ¿Pero qué es eso, si yo no soy digna de pena? ¿Si soy digna de la envidia más grande? ¡Pero más grande! Si tengo todo lo que necesito para vivir, que es lo más grande que puede tener un ser humano.”