VIRGINIA
Edad en el momento de la entrevista: 52 años
Género: femenino
Fecha de primer contagio: marzo 2020
Fecha de la entrevista: mayo 2022
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Recordando que a principios de marzo de 2020 aún se convivía sin mascarilla Virginia cuenta que por esa época fue contacto estrecho de una compañera de trabajo que se contagió y con la que el equipo comía en la oficina. Ella y otra más resultaron contagiadas también. La otra lo superó sin secuelas, pero ella no.
Vivencias
La tos inicial que desarrolló Virginia fue evolucionando con el paso de los meses hacia una tos muy ronca y que no desaparecía, acompañada de respiración ahogada, dolores en el cuerpo e incluso hinchazón de la lengua. En ese momento el negativo en la prueba de COVID-19 le hizo sospechar si se trataba en realidad de cáncer, que ya había padecido, o bien relacionado con Alzheimer por herencia, por lo que empezó a hacerse multitud de pruebas neumológicas, cardiológicas y reumatológicas en la sanidad privada -para acelerar su realización- pero no era nada de ello. Sí que arrojaron la posibilidad de que se tratara de un POTS o Síndrome de Taquicardia Ortostática Postural (un aumento de la frecuencia de los latidos del corazón al agacharse, levantarse o hacer otro esfuerzo), que le comentaron que podría estar relacionado con la infección del virus.
En el momento de la entrevista se encuentra algo mejor con la medicación y otros tratamientos (infiltraciones, ondas de choque, entre otros) que le han pautado. Sin embargo, continúan los dolores en diversas partes de su cuerpo, hasta en los ojos, así como la fatiga, que le dificulta hacer cualquier tarea porque se agota. Asimismo, continúan los problemas de concentración y memoria, que motivaron su inclusión en un estudio médico clínico y que le dan mucho respeto porque conoce de cerca el impacto de las consecuencias cognitivas por ejemplo del Alzheimer. Éstos han variado por completo su vida ya que Virginia hablaba tres idiomas y manejaba muchos datos en su trabajo y ahora le cuesta mucho recordar y fijar hasta la información más sencilla. De hecho, está de baja, pero no por COVID-19 sino por depresión.
Describe algún período de tiempo en el que mejora, pero otra vez vuelve a los mismos síntomas o suma otros, como las diarreas, todos los cuales sabe que son comunes entre las personas con COVID Persistente. En ese sentido al menos reconoce que a ella no le han cuestionado tanto como a otras personas acerca del origen de lo que le sucede. Cree posible que además se contagiara en una segunda ocasión. Se ha vacunado pero la reacción a la segunda dosis fue tan fuerte que duda si ponerse la tercera. En cualquier caso, dice sentirse “como una señora de ochenta años” y está harta de tomar tantas pastillas. Le da rabia su estado que le limita la vida social y viajar, no se siente ella misma, y le preocupa el impacto emocional de su enfermedad ya no tanto en ella sino en su hija adolescente.
La asociación de COVID Persistente de su comunidad autónoma ha supuesto una gran ayuda para Virginia.
Recomendaciones
Al entorno más cercano le sugiere llevar estas situaciones ayudando a la persona que lo padece a evadirse y tomarse las cosas con humor.
Al personal sanitario le destaca que es muy importante la empatía especialmente en estos casos en los que se vive el llamado Covid Persistente, y formarse sobre él.
Al ámbito político le aconseja que escuche a las asociaciones de Covid Persistente.