A.
Edad en el momento de la entrevista: 45 años
Género: femenino
Fecha de primer contagio: marzo 2020
Fecha de la entrevista: mayo 2022
Inicio
El trece de marzo de 2020 A. se despertó con sequedad en la garganta, picazón, dolor fuerte de cabeza y malestar general, intentó avisar de su estado en el trabajo, pero no consiguió que la atendieran, hasta que la llamaron y le dijeron que mejor se volviera a casa porque era persona de riesgo. Al mismo tiempo, llamó al teléfono COVID-19 pero en ese momento no la atendieron. A. padecía diabetes, hipertensión, alergias, problemas en la piel, artropatía y fibromialgia.
No le dio tiempo de solicitar la baja, sino que se acogió al ERTE que se decretó con el confinamiento general y, mientras, cada día iba sumando síntomas: agotamiento, caída del pelo, hinchazón del estómago, atragantamiento con la saliva, … Siempre dio negativo hasta que en el verano de 2021 se realizó una prueba en el ámbito privado que confirmó los anticuerpos del COVID-19, y eso fue unos meses antes de que se vacunara por primera vez lo que significaba que sí se había contagiado.
Vivencias
A pesar de contárselo a su doctora de familia ésta nunca dejó constancia de todo ello en su historial. A ella se le ha descompensado la diabetes y ha desarrollado también tendinitis, dificultades de concentración y memoria, inflamaciones internas diversas, fiebre recurrente, afonía, en los ojos desprendimiento del humor vítreo y estrabismo, … algunas de las cuales han conllevado operación. Otras dolencias aparecen y desaparecen.
Su trabajo, que implica atención al público y mucho cambio de dinero, se ha convertido en una fuente de estrés desde que fue obligada a reincorporarse. No se ve capaz de realizar fichas ni cálculos y, de hecho, le han llegado a estafar. Durante un tiempo estuvo de baja por dolores musculares y los problemas de neuropatía que desarrolló. Dejó la medicación que estaba tomando porque no le aliviaba el dolor y sentía que le empeoraba a nivel cognitivo y le generaba otros efectos secundarios. La segunda dosis de vacuna no le sentó bien, pero se puso la tercera que no le dio problemas.
En el momento de la entrevista no hay unidad de Covid Persistente en su comunidad autónoma y se encuentra con el mismo obstáculo que otras personas en su situación, como las de la asociación a la que pertenece en torno al tema: la inexistencia de pruebas que confirmen este diagnóstico y, en consecuencia, el cuestionamiento médico y social del mismo, salvo excepciones. Sospecha que sea lo que sea lo quieren “cronificar” más que curar.
Se siente como si tuviera el doble de su edad y ha tenido que abandonar aficiones y cambiar hábitos por su temblor de manos y su falta de energía. Por la noche es “como si se le activara el virus”, por lo que durante el día se deja dormir y siempre tiene que descansar entre una tarea y otra. En consecuencia, se siente más irritable -aunque conserve su sentido del humor- y con rabia e impotencia; incluso intentó acabar con su vida. No obstante, ahora se está proponiendo salir cada día para animarse.
A. reconoce que lo positivo de esta situación ha sido ver con quién puede contar y con quién no.
Recomendaciones
A las personas en situación parecida a la suya les dice que se apoyen en sí mismas.
A la sociedad prefiere no decirle nada porque a su juicio la gente es muy egoísta, poco empática, y sólo le importa si le toca en primera persona o de cerca.
Al personal sanitario aconseja “más humildad y que escuchen a sus pacientes”, y si parece que pueden tener Covid Persistente no piensen que están exagerando.
Al ámbito político le pide que tengan más humildad, criterio, y no usen este tipo de cuestiones para pelear o negociar entre partidos.
