Edad en el momento de la entrevista: 53 años
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Macarena conoció a su ahora exmarido cuando ella acababa de cumplir dieciocho años.
De esa época. se recuerda a sí misma “autosuficiente y sociable”, además con formación, a diferencia de él, y aún así consiguió que, por ejemplo, dejara de ir al viaje de fin de curso para no dejarle solo. Y es que, si bien al principio no notó cómo era porque no se veían tanto, ya que él estaba haciendo el servicio militar obligatorio, poco a poco consiguió reducir su libertad y su vida social a través de estos chantajes emocionales. Así continuó la relación, incluyendo discusiones, hasta que no mucho tiempo después, el día antes de su boda, la agredió físicamente por primera vez. Macarena pasó la noche pensando qué hacer, cómo se tomarían su decisión los demás, pero él le pidió perdón y ella creyó que era lo que tenía que hacer y que además cambiaría. Dice que ha sido la peor decisión que ha tomado en su vida.
VIVENCIAS
Una vez casada, siente que se convirtió en un objeto de su posesión. Si no hacía lo que su marido decía, éste le castigaba. Le prohibía ver a su familia, también cuando tuvieron sus propios hijos, y aún resistía lo que podía viéndola a sus espaldas. Mientras, ella se encargaba de lo referente a los niños, al hogar, trabajaba fuera, … pero siempre le decía que era “una inútil”; finalmente consiguió que perdiera su empleo. Según detalla, le hacía daño a través de todo este aislamiento, el menosprecio, encierros, sexo forzado, estrangulamientos, intimidación, la manipulación de sus hijos y hasta agresiones a sus perros, que no le quedó más remedio que regalar para que no se los matara.
Reconoce que, aunque al principio pensó que cambiaría si la quería y suponiendo que era otra clase de persona, después le pareció “un monstruo” al que no era posible querer, que no la quería a ella, y con el que no quería estar. Le tenía miedo, pero no dependencia emocional. Siempre supo que estaba siendo maltratada pero antepuso a sus seres queridos antes que a ella por temor a sus represalias, conocedora de sus amenazas hacia estos. Sin embargo, la familia de Macarena no supo de la violencia de género que vivía hasta su denuncia pasados veintitrés años de matrimonio, cuando cansada de tanta lucha constante contra los arranques y agresiones de su marido y de sentirse muy sola, llamó a la policía a instancia de sus hijos. Después su familia le ha apoyado totalmente dejándole hacer según su propio criterio.
Se ha sentido bien atendida por los cuerpos de seguridad y personal sanitario aunque observó que los segundos, en el momento de la denuncia, quizá porque no se veía sangre, no la exploraron. No obstante, tiene múltiples lesiones crónicas, cree que somatizó tanto la violencia que desarrolló cáncer, y conserva traumas psicológicos asociados a la intimidad sexual que han ido mejorando con apoyo porque no quiere medicamentos para abordarlos. Destaca la ayuda desde el centro escolar de sus hijos y de los servicios sociales de su ayuntamiento, así como del Instituto de la Mujer de su comunidad autónoma, desde los cuales le facilitaron apoyo y terapias emocionales. También por parte de su abogado de oficio, aunque no experimentó mucha sensibilidad ni empatía por parte de los jueces; piensa que están condicionados por las leyes mismas, que opina que están obsoletas. En cuanto al proceso de divorcio, vivió situaciones de acoso por parte de él y estaba intranquila por si le otorgaban la custodia compartida porque no se fía de él ni de la familia de él, que lo defiende a pesar de saber cómo es, pero si desde el día siguiente de la denuncia se sintió liberada, ya cuando consiguió anular su matrimonio eclesiástico lloró de alegría. En cuanto a pareja en la actualidad, prefiere quedarse sola porque se ha vuelto desconfiada, aunque le gustaría un hombre que la acepte y merezca la pena. Posteriormente, ha conseguido trabajo e incluso emprender gracias a la Fundación Ana Bella, donde ha encontrado comprensión, ha salido fortalecida y se ha creado una nueva vida como “superviviente, no víctima”. Sus hijos están muy orgullosos de Macarena.
Su exmarido, en cambio, ha reincidido en la violencia de género hacia otras cinco parejas, que ella sepa, de las que Macarena llegó a conocer y consolar a una de ellas. De hecho, en el momento de la entrevista está en prisión, pendiente de nuevos juicios, pero su orden de alejamiento pronto va a finalizar. Con lo vengativo y rencoroso que es, piensa que algún día va a matarla. Su miedo cuando estuvo cerca de hacerlo siempre fue que sus hijos se iban a quedar con él. En la actualidad, ninguno de ellos habla a su padre, pero lo vivido ha afectado a la relación entre ambos.
RECOMENDACIONES
A las mujeres que viven violencia de género les pide que salgan de esa relación, y si tienen hijo/a/s, que salgan precisamente por ellos.
A las mujeres que hacen denuncias falsas de violencia de género les señala que hacen mucho daño en cuanto a credibilidad y consumo de recursos a las mujeres que denuncian de verdad.
Al entorno de mujeres maltratadas les dice que lo que ellas necesitan es “apoyo o silencio”, escucha, estar, pero no preguntarles sobre lo que podían o debían de haber hecho: las opiniones que se las guarden hasta que se las pidan.
A la sociedad le pide que no mire para otro lado ante estos casos, que existen las denuncias anónimas.
Al sistema sanitario le sugiere que ofrezca visitas domiciliarias a las mujeres maltratadas que no pueden salir a la calle, así como que permita seguimiento de las mujeres de las que el personal sospeche que viven violencia de género o incluso que el personal pueda denunciar.
A los cuerpos y fuerzas de seguridad les pide que, aunque constata que han mejorado, continúen sensibilizándose y formándose más sobre el tema. Y que apliquen tiempo y paciencia durante la denuncia, porque es un momento crítico y, si no lo hacen así, las mujeres recordarán más tarde y deberán añadir detalles a través de una rogatoria.
Al ámbito jurídico le reclama que las órdenes de alejamiento sean revisables y prorrogables, que las bases de datos de denuncias estén conectadas, que haya prisión preventiva inmediata para los maltratadores, especialmente si son reincidentes, que individualicen los casos también atendiendo a sus perfiles, y que no den régimen de visitas a su hijo/a/s a un maltratador.
A los medios de comunicación les invita a que, además de poner información para ir a denunciar, añadan los recursos de apoyo existentes después de dar ese paso.
Edad en el momento de la entrevista: 50 años
INICIO
Ana Bella recuerda que con 17 años su pareja de entonces ya la condicionó para mantener su primera relación sexual. A su ahora exmarido, y padre de sus hijos, lo conoció poco después, con 18, a punto de ir a la universidad y con planes de vivir una experiencia solidaria en el extranjero. No llegó a realizar ninguno de los dos planes. Él la buscó incesantemente, en contra de su familia empezaron a convivir juntos, y en unos meses ya estaba embarazada, como él deseaba.
VIVENCIAS
A partir de ahí, él no quería que la revisara un sanitario hombre ni podían mirarla ni sacarla a bailar, o se obsesionaba con que a ella le gustaban otros -o ella a otros- o que los provocaba. No era extraño que, de improviso, quisiera mantener relaciones sexuales con ella o que le pegara un bofetón o un puñetazo, le tirara del pelo o la arrastrara, incluso embarazada y delante de clientes, otra gente o de su personal de servicio. Ha llegado a estrangularla y a darle palizas. En su relación con su suegra, Ana Bella, descubrió que ella también había sido maltratada por su marido. De la misma manera, su marido, cuando era más joven, también había adoptado esa actitud de vigilancia extrema con su propia hermana. Observaba conductas en él que le recordaban a otra familiar cercana con problemas mentales que había maltratado a su marido y descendencia.
“Me robó los instintos”, ha reflexionado. Desde que empezaron a haber teléfonos móviles tuvo uno: así la controlaba. Tras once años de relación, y en un período en el que él residía en otro lugar, decidió acabar con la situación. El recurso asistencial al que acudió la apoyó y, por primera vez, sintió el tacto afectuoso de otra persona. Pero el acoso de su ahora exmarido continuó en forma de difamación, llamadas continuas, más violencia económica, vigilancia poco más lejos de la distancia interpuesta en la orden de alejamiento, incumplimiento de sus obligaciones como padre, y el terror que le causaba tenerlo cerca, por ejemplo, en el momento de la recogida de sus hijos para llevárselos. Hijos a los que vivir todo esto ha afectado también.
Asimismo, señala la ignorancia de su entorno ante lo que le sucedía -sólo recuerda a un médico que quizá lo detectó pero no intervino- y que ni ella misma identificaba lo que estaba viviendo. A ello tiene que sumar la evaluación y casi culpabilización que sentía al intentar salir de esa situación por parte de profesionales de la Psicología o de miembros de cuerpos de seguridad. Por eso, desde su iniciativa emprendedora Fundación Ana Bella incide en mostrar abiertamente los rostros, inspirada por Ana Orantes (la primera maltratada que lo hizo en la historia de la televisión española), y considerarse “supervivientes”, al tiempo que posibilitar crearse un futuro feliz tras la violencia de género sin encasillamiento en ningún puesto laboral estereotipado por ser mujer.
RECOMENDACIONES
Ofrecer escucha y acompañar en el llanto.
Fundación Ana Bella: https://www.fundacionanabella.org/
Edad en el momento de la entrevista: 48 años
INICIO
Comenzó a salir con su exmarido a los 16 años de edad. “Esa tiene que ser para mí” le decía él a un amigo suyo.
Si hasta ese momento, a Anabel le extrañaba que sus amigas pidieran permiso a sus parejas para sus actividades, aún considerándose con un carácter fuerte no tardó en verse igual. Dice que la violencia de género “es como una tela de araña, que va envolviéndote y si te das cuenta ya estás atrapada”. Habían empezado a salir en 1991 y ella no la identificó hasta 2013; a su marido lo había dejado en 2008.
VIVENCIAS
En el momento de la entrevista él aún no la ha dejado del todo tranquila. A lo largo de estos años, ha querido volver con Anabel perpetuando una “dependencia emocional” que ella advierte para sí misma y piensa que le ocurre a otras mujeres maltratadas, por eso evita escucharle y verle, porque llega a dudar de si ha hecho bien dejándole, a pesar de todo lo vivido y del tratamiento psicológico de sus secuelas. Entre ellas, las relativas a la vida sexual, algo que está superando con su nueva y reciente pareja tras todo este tiempo. Opina que las secuelas siempre van a estar ahí, pero se aprende a verlas de otra manera.
Considera, de hecho, que un maltratador no es una persona recuperable. Y que la violencia de género es un delito que destroza la vida de la mujer sobre la que se comete y también de todo su entorno, el más cercano sus hijos/as si los tiene incluso con el maltratador; en el caso del suyo, además, con hábitos y conductas poco sanas ni legales, aparte de este tipo de violencia. Aquel amigo de juventud, sabiendo todo lo que le ha hecho, dice de él ahora que “es un sinvergüenza”.
Alerta de la cultura patriarcal que había detrás del control que ejercía su marido sobre ella, con el que además mantenía una diferencia de formación importante -algo que a ella no le importaba- ya que a pesar de sus intentos en contra, Anabel logró estudiar una carrera universitaria. Alerta también de la cultura patriarcal que había detrás de los intentos de reconciliación que su propia familia promovía, a pesar de que al inicio lo rechazaban. Ella misma había vivido violencia de género en su hogar familiar. Y alerta de la violencia vicaria, aunque en su caso relata que su exmarido ha sido un padre negligente cuando no directamente ausente. A la familia de él le oculta dónde viven en la actualidad. Dispone de un dispositivo de localización por seguridad las veinticuatro horas del día.
Asimismo, Anabel, explica las dificultades para denunciar, incluso siente que tiene dudas sobre lo que es denunciable como violencia de género o si es útil o no hacerlo. Ella se sintió muy sola durante ese paso, ya que no cree que recibiera la atención que necesitaba en esos momentos.
Señala que hay negocio también tanto en las subcontratas de servicios como en las formaciones a perfiles profesionales, destinados ambos a la situación derivada de este tipo de violencia en las mujeres y sus hijos/as. Cree que se necesita un compromiso de verdad y con conocimiento de la realidad de las víctimas por parte del ámbito político. Incluida la realidad laboral, para la que Anabel llegó a crear una asociación. Es más, en el momento de la entrevista trabaja como promotora de igualdad, labor desde la que aborda, entre otras cosas, la violencia de género, observando todavía pocos hombres sensibilizados e implicados en formarse sobre esta cuestión. A ella la han premiado individualmente por su lucha personal en esta causa.
RECOMENDACIONES
Al entorno familiar de las mujeres maltratadas les pide que no las animen a hablar con ellos en un intento de solucionar el problema porque sólo logran estimular la dependencia emocional hacia los maltratadores y lo mejor para la salud de ellas ya sería no continuar.
Al entorno del maltratador le pide que no le tapen lo que hace porque sólo conseguirán que empeore y no le están haciendo ningún favor, para empezar, a él mismo.
A los maltratadores hay que corregirles desde muy pequeños.
A las mujeres que denuncian falsamente violencia de género les señala las consecuencias negativas de hacer algo así para esos hombres.
A los y las negacionistas de la violencia de género les diría que están equivocados.
A los hombres, en general, les destaca que las mujeres los necesitan a ellos también para superar la cultura de la violencia de género.
Al ámbito educativo le señala que este tema se puede y se debe trabajar de forma transversal en muchas materias.
Al ámbito político le reclama un Pacto de Estado contra la violencia de género.
A los medios de comunicación les señala que las mujeres no “fallecen” sino que son “asesinadas” por violencia de género.
Edad en el momento de la entrevista: 35 años
INICIO
Lorena conoció a su exmarido tras una etapa de viajes con amigas y viviendo ella sola y fuera de su lugar de nacimiento debido a su trabajo, ya sin su pareja anterior. De hecho, se considera una mujer inteligente, fuerte, profesional e independiente.
Iniciada la relación, pronto él empezó a tratarla bruscamente pero ella lo excusaba cuando alguna amiga le hacía una observación. En esa época de enamoramiento dice que lo tenía idealizado. Él continuó con “castigos de silencio” si ella hacía algo o estaba con alguien que no le agradaba y, como resultado para complacerle, ella fue aislándose. A todo ello se sumaron discusiones repentinas, negación y muchas infidelidades por las que luego le pedía perdón (“la luna de miel de la reconciliación”), lo que la enganchaba aún más. Lorena normalizó esta dinámica y se fueron a vivir juntos.
VIVENCIAS
La vivienda la compraron donde él quiso: lejos de la familia de ella. No contribuyó casi nada en su compra obligando a Lorena a trabajar más y a andar muy apurada tanto de dinero como de ánimo; es más, le cuestionaba sus gastos sin que ella supiera los suyos.
Así llegó un punto en que no sentía felicidad y en cambio sí tristeza y nervios además de vergüenza de contar lo que estaba viviendo. Empezó a aislarse más, a automedicarse, a sentirse deprimida… Pero bien porque pensaba que seguía enamorada o bien para evitar la acusación social de que las parejas no aguantan nada y enseguida se separan siguió con él, más cuando tuvo a su hijo. Aunque poco antes de dar a luz al bebé, supo de otra infidelidad y empezó a cuestionarse si quería que su hijo naciera en un hogar donde su padre trataba mal a su madre, con desprecios, minusvaloración y gritos. De esta manera, y con temor a empeorar si desarrollaba depresión postparto y tras una nueva infidelidad de él, consciente de que la dependencia emocional podía aumentar con su llegada, precisamente la existencia de su hijo le dió la fuerza para separarse cuando tenía seis meses de edad. Sin embargo, no lo hizo hasta un año después, porque tras el maltrato psicológico que aguantó durante ese tiempo por parte de él -incluido el confinamiento general por el COVID-19- el niño vió cómo la empujaba y caía al suelo llamándolo “papá malo”, a lo que él enfureció. Lorena temió que todo pudiera terminar mucho peor y se marchó a casa de sus padres. Él no se opuso cuando vió que ella lo contaba a su entorno y éste le advertía si le hacía algo. En su caso él, por lo que ella ha visto, se ha criado en un ambiente muy machista.
Lorena le dejó el piso, perdiendo dinero y la custodia compartida. No obstante, en el intento de llevar una buena relación por su hijo, tuvieron un acercamiento pensando ella que quizá se había equivocado pero resultó peor, con mayor control. Tras una agresión física, sus amigas, algunas de las cuales también son sobrevivientes de violencia de género, la animaron a denunciar. Le costó un fin de semana antes de decidirse -le daba vergüenza tener que ir al propio centro de salud en el que trabaja- y al final el trámite en comisaría, en su opinión, fue muy negligente. Hay que tener en cuenta que él perteneció a una de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y se relacionaba en el mismo ambiente de los agentes que la atendieron.
En el momento de la entrevista, su preocupación es su hijo: los quince días que pasa con el padre no sabe nada de él y además nota que, cuando vuelve, no le cuenta nada de lo que ha hecho y es el reflejo de su padre, ya que con cuatro años le dice “estás loca”, “eres tonta” o “eres mala”; y aunque al principio le encantaba, terminó oponiéndose a una pareja que tuvo ella. Teme qué sucederá a medida que vaya creciendo. Pero como no se trata de violencia física, no puede demostrar esta violencia vicaria. Considera que, en violencia de género, la violencia psicológica y la importancia de la salud mental en general no se tienen tan en cuenta como la física.
Por su parte, practicar deporte la está ayudando mucho. Asimismo, el apoyo de los suyos, sus amistades y compañeras de trabajo, que han visto lo que ha pasado y el estrés que ha sufrido. Reconoce que no ha tenido tiempo ni hay muchos recursos públicos de atención psicológica en estas situaciones, aunque los ha buscado -al menos si no se tiene condena- pero saber que no soportó tanto maltrato como otros casos durante décadas le hace sentirse empoderada. Ha retomado su independencia comprando otro piso y él aporta en los gastos comunes del niño.
RECOMENDACIONES
A las mujeres en su misma situación les pide que no normalicen esta violencia, que la vida tiene que ser felicidad y que se empoderen, que la fuerza está en sí misma. Ella considera que las mujeres con niveles altos de estudios y carrera profesional se quedan en esa situación porque se avergüenzan aún más, y las anima a salir.
Al entorno cercano de las mujeres les pide que las crean y acompañen.
Al ámbito sanitario le señala que, a pesar de que la formación recibida en lo emocional y social es escasa, han de estar ahí para prestar atención si detectan este tipo de violencia o en cualquier atendimiento vinculado a ella.
Al sector judicial le pediría más empatía y no cuestionar las lesiones psicológicas. No todas las denuncias por violencia de género son falsas.
A las fuerzas de seguridad, sin querer generalizar, les convendría superar el patriarcado aunque hay cuerpos que sí están más actualizados. Y les recuerda que, tras el reconocimiento médico, cuando ellas marchan de comisaría no acaba el problema.
En el ámbito educativo, especialmente si responde a ciertas creencias religiosas, le señala que no se deben reproducir patrones sexistas en la formación ni en la convivencia escolar.
Edad en el momento de la entrevista: 53 años
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Cuando esta participante conoció a su ahora exmarido hubo algo que no le terminó de gustar, a pesar de su físico y fachada social, pero pasó el tiempo y en un momento que reconoce de debilidad emocional él supo mostrarse como lo que ella quería: decidido y tierno. Pero no pasó mucho tiempo hasta detectar la frialdad de su carácter, el cúmulo de relaciones fallidas que tenía en su haber, y con qué despotismo trataba a una pareja, aunque para ese entonces ella ya estaba embarazada y decidió seguir adelante con la ilusión de un futuro juntos y cumplir socialmente por su familia.
Se casaron y al día siguiente de llegar del viaje de novios le dió el primer empujón. Ella se asustó y marchó con sus padres, pero su ya marido le habló de tal modo que regresó con él. De nuevo, influyó también la presión social de no querer divorciarse enseguida. Luego se arrepentiría de no haberlo hecho.
VIVENCIAS
La rapidez del emparejamiento y de la convivencia -ella dudaba pero él estaba acostumbrado a eso-, la boda y la separación no implicaron menor intensidad de la violencia sufrida por la entrevistada. Si bien reconoce que fue más rápida en dejarlo (año y medio aproximadamente) de lo que suele o solía hacerse por las mujeres, lo cierto es que lo que sí se alargó una década ha sido el proceso judicial posterior de demandas, incluyendo una por parte de él apelando a su honor. Tiempo en el que ella, que se define como muy sorora -en el sentido de no-competitiva con otras mujeres-, ha corroborado su experiencia con alguna pareja previa de él.
La convivencia como matrimonio estuvo marcada por un ambiente de tensión constante para ella por las reacciones agresivas y fuera de lugar de él, entre las que se cuentan menosprecios, burlas tanto hacia ella como su entorno, insensibilidad emocional, presión económica y agresiones físicas. Estas repercutieron no sólo en la entrevistada sino en su descendencia, que nació con una anomalía tras un embarazo durante el cual tuvo que acudir a Urgencias varias veces debido a la situación que vivía. En una de esas ocasiones, la doctora que le atendió en el hospital le preguntó qué le estaba pasando, intuyendo lo que podía ser, y entonces le confesó a medias esta situación, pero también qué él pertenecía a una de las fuerzas y cuerpos de seguridad y tenía miedo de denunciarle. La sanitaria le pidió que se cuidase pero no dió el paso de denunciar como profesional porque no presentaba lesiones físicas.
Finalmente se separó y él puso en marcha una serie de medidas legales para abaratar y finalmente eludir la pensión de alimentos, así como desposeerla de la vivienda familiar y encarcelarla acusándola de dañar su honor (este juicio lo perdió en detrimento propio evidenciando él mismo la violencia de género), además de amenazarla de muerte a ella y a la criatura. En el momento de la entrevista, ésta ya es adolescente y no conoce con detalle las actuaciones violentas de su padre hacia su madre pero sí ha apreciado su carácter con las sucesivas parejas que ha tenido después, así como en primera persona, por lo que no le tiene cariño y prefiere no tener más contacto; judicialmente esto último aún no lo habían conseguido. Sólo siente el amor de su madre. Y ella siente mucho que no tenga el padre que considera que merece.
Todavía hoy, tras años de disputas y un gran desgaste psicológico y económico a nivel personal y familiar que le ha condicionado hasta para no tener nueva pareja, y aún manteniendo un contacto correcto entre ambos, la entrevistada no se fía de su exmarido y no se queda a solas con él. Considera que es “un maltratador de libro”: al resto no se lo parece pero en la intimidad se transforma. Además con acceso a armas y protegido desde su cuerpo de seguridad.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les dice que el amor no hace daño, no duele, no te da mala vida: el amor es lo mejor que existe. La violencia ejercida por los maltratadores no es amor. Los maltratadores no las quieren y no hay que disculparles.
A los maltratadores les dice que ninguna mujer es de su propiedad.
A la sociedad le pide que tenga en cuenta la indefensión aprendida de las mujeres que les dificulta detectar y salir de la violencia de género en la pareja que ejerce el hombre con el que mantienen un vínculo afectivo, así como que ha de desquitarse de la cultura machista, también las propias mujeres.
A los y las negacionistas de la violencia de género les recuerda las cifras estadísticas que reflejan la violencia específica mayoritaria del hombre a la mujer por ser mujeres, considerarlas de su propiedad y querer ejercer poder sobre ellas.
Al ámbito jurídico le pediría que no incurriera en la violencia de género cuando defienden a maltratadores, cuestionando y atacando a las mujeres denunciantes también por parte de algunas mujeres de la profesión.
De las fuerzas y cuerpos de seguridad espera que no perjudiquen a quienes investigan a sus colegas con motivo de la violencia de género.
Edad en el momento de la entrevista: 53 años
INICIO
B. empezó a salir con quien luego fue su marido cuando ella tenía catorce años y él dieciocho.
Durante los ocho años que duró el noviazgo, él le hizo algún comentario sobre la ropa para que se vistiera de la manera que él juzgaba apropiada o la iba a buscar donde estudiase o trabajase para llevársela, aunque no hubiera terminado. Incluso la obligó a dejar de estudiar temporalmente para trabajar y ganar dinero, mientras él hacía el servicio militar, que hace treinta años era obligatorio en España para los hombres.
A raíz de quedarse embarazada, un año después de casarse, empezó a agredirla físicamente y a maltratarla psicológicamente con más intensidad.
VIVENCIAS
Este maltrato sucedía en ausencia de su hijo, hasta que éste tuvo trece años, momento en el que intervino durante una de las palizas y la acompañó a denunciar a su padre. Ella pensaba que no se enteraba del maltrato, pero resultó que sí. Así, B. denunció a su marido, obtuvo una orden de alejamiento y además consiguió el divorcio contencioso (solicitado sólo por su parte) en seis meses mientras él estaba encarcelado por saltarse la orden con amenazas telefónicas de muerte que incluían también al menor. Precisamente fue su hijo quien le propuso marcharse de donde vivían y, en previsión de que él continuara acosándolos a la salida de la cárcel, se mudaron a otra comunidad autónoma.
Todavía en el momento de la entrevista, pasada una década después de esos hechos, no ha regresado a su lugar de procedencia para evitar la cercanía a su maltratador: tiene miedo de que la mate. Por ello continúa adherida al Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de la violencia de género (ATENPRO) y sigue manteniendo medidas de precaución para que no averigüe dónde vive. Esto le ha supuesto una total alteración en su vida: desde la tristeza por la distancia con su familia, amistades y excompañeros/as de trabajo, a quienes ocultaba la violencia de género de la que era objeto y que al enterarse la apoyaron y la apoyan, hasta la adaptación social tanto de ella como de su hijo, pasando por la renuncia a tener perfiles en las redes sociales virtuales y las distintas dificultades económicas derivadas de ese cambio y del propio maltrato, para las que casi no ha tenido ayuda pública. En ese sentido sí se siente muy orgullosa por haberse empoderado y salir adelante por sí misma, a pesar de todo.
Él, en cambio, ha continuado siendo conflictivo y vago para trabajar, pero salvo algún episodio puntual, no los ha vuelto a molestar. Su hijo ha intentado posteriormente mantener una relación normal de padre-hijo con él pero ha resultado imposible y, sumado al trato de menosprecio y episodios de borracheras cuando era niño, eso le ha dejado una profunda huella que ha canalizado hacia un perfil muy protector con su madre. B. sí que ha trabajado la relación de sinceridad y diálogo con su hijo, no en vano, ambos han precisado ayuda psicológica profesional.
Actualmente B. tiene pareja desde hace unos años y considera que ahora sí conoce el amor, que diferencia positivamente por el respeto y libertad mutuos, un modelo de pareja que ha inculcado a su hijo. Ya no se siente anulada, humillada y violada como antes, sino querida. Sí mantiene otras secuelas como mayor sensibilidad hacia comportamientos tales como levantar el tono, no dialogar…no los permite. Asimismo, tiene una hipertensión arterial diagnosticada desde entonces, teniendo el resto de indicadores correctos, por lo que la considera emocional. Debido a esto, vigila un poco el tipo de dieta y toma medicación, entre la que se cuenta también antidepresivos. La música, la relajación, su propio trabajo que adora y las manualidades asimismo le ayudan mucho.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les señala que se puede salir de la violencia de género, que siempre habrá alguien que las ayude pero que son ellas las que deben valorarse a sí mismas y empoderarse.
Al entorno de las mujeres maltratadas les pide que no las juzguen.
A los maltratadores les dice que le gustaría saber por qué maltratan.
Al entorno de los maltratadores le diría que ayuden a estos hombres porque tienen un problema.
A la sociedad le pide que no cierre los ojos ante la violencia de género, que vea y que no sea tan violenta en general.
A los y las negacionistas de la violencia de género les interpela a que “anden con los zapatos de una maltratada”.
Al ámbito sanitario y sociosanitario le recomienda que observe y pregunte bien para detectar casos de violencia de género porque ellas se vuelven muy buenas actrices para ocultarla. Y que de la misma forma que a ellas se les evalúa e interviene para ayudar, lo hagan con ellos también.
Al ámbito educativo le solicita que incida mucho en enseñar la igualdad, tanto los temas de violencia de género como la que afecta a la convivencia social en general.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad les solicita que profundicen más en las mujeres cuando van a hacer una denuncia, que hay una parte que desiste de hacerla, y que piensen en qué sucede inmediatamente después en la vida de ellas. Especialmente quienes no tienen trabajo y/o son migrantes venidas de fuera de España.
Al ámbito jurídico le señala que los y las profesionales sean empáticos cuando traten con mujeres que están viviendo esta situación y a las que representan en calidad de abogados/as de oficio cuando éstas han denunciado.
Al ámbito político le traslada su incomprensión acerca de que las ayudas y apoyos recibidos a las mujeres maltratadas y su entorno sean no sólo insuficientes sino diferentes según la comunidad autónoma en la que residan. Además, condena el ejemplo de crispación y violencia que dan en la propia actividad política. Y también le indigna que piensen más en los beneficios penitenciarios de los maltratadores y menos en la situación que viven las maltratadas cuando ellos salen de la cárcel.
A los medios de comunicación convencionales o las redes virtuales les pide que abandonen el morbo en el tratamiento de la violencia de género cuando tiene resultado de muerte y que muestre el caso en toda su complejidad.
Edad en el momento de la entrevista: 52 años
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La participante tenía veintidós años cuando, trabajando en el negocio familiar cara al público, conoció al hombre que se convertiría en su pareja. Él pasaba de los cuarenta años de edad e insistía mucho en quedar con ella, tanto que su propia familia le dijo que saliera para que no diera problemas. Ahí se mostró enamorado y ella accedió a probar qué tal iría una relación.
Al principio le regalaba múltiples detalles, flores, joyas, siempre atento … hasta que se quedó embarazada. Entonces comenzó “la tragedia de mi vida”: pegarle y mucho más.
VIVENCIAS
Además de pegarle -incluso en estado- le prohibió arreglarse, no le daba dinero, la separó de su familia y amistades a base de mentir sobre ella, consiguiendo que tuviera que irse a vivir a otro pueblo. Allí, sola, vivía sin luz ni agua, totalmente dependiente de él porque no trabajaba, y sólo recibía sus visitas que él ceñía a mantener relaciones sexuales. Cuando con el apoyo de Servicios Sociales pudo conseguir empleo la terminaron echando para evitar las situaciones que él generaba.
Se sucedieron embarazos, hasta tres más, y también el abandono material y emocional de él por ella y su descendencia conjunta. Mientras, continuaba casado con otra mujer con la que también tenía hijos y pasaría un tiempo hasta reconocer los que tuvo con la entrevistada, haciendo además distinción de género en este proceso con preferencia por el varón. No obstante la perseguía y le machacó psicológicamente, a la vez que lo utilizó en contra de ella con el resto tanto hijos como sociedad, por haber entregado a una bebé en adopción a instancias de Servicios Sociales bajo la amenaza de perder la custodia del resto. Sin embargo tras ese comportamiento le hace la propuesta de mudarse con motivo de un nuevo trabajo suyo y la convence diciéndole que “todo va a cambiar”. Física, mental y emocionalmente abandonada y aislada accede. Pronto acudiría a una casa de acogida para mujeres maltratadas. No sería la única vez.
Su relación la define como de acoso y utilización sexual de él hacia ella, no de amor. Además aunque la otra mujer terminó separándose de él así como la engañaba con ella a ella a su vez la engañaba con otras, o bien acosaba sexualmente a otras incluso menores de edad.
A pesar de todas las humillaciones, insultos, palizas, secuestros, desentenderse de lo referente a su familia con la participante (manutención, cariño, ...), ser condenado por denunciarla falsamente por envenenamiento en una ocasión, por secuestro otra, también por acoso telefónico o bien por supuestamente no dejarle ver a su prole, asimismo haberle obligado a declarar en su favor ante la denuncia por violencia de género hecha desde la propia policía aparte de saltarse las órdenes de alejamiento, conducirles a vivir en casas de acogida, malmeter contra ella, descalificar su salud mental, denigrarla ante otros hombres, conocer el acoso al que aún en el momento de la entrevista la somete diciéndoles que vuelva con él o felicitándole el Día de los Enamorados ... la descendencia en común mantiene una relación en general cordial con él y la entrevistada siente que así como a él le han perdonado todo -en general siempre consigue el favor social de los lugares de pequeño tamaño en los que han vivido porque se muestra diferente con las otras personas- a ella le han exigido más, cree que les avergüenza y no le reconocen todo lo que ha tenido que hacer sola para cuidarles y sacarles adelante. Por ello que sabe que debería sentirse orgullosa en cambio se siente mal, vacía, sin ilusión. No se ve capaz tampoco de estar con otro hombre, menos en el apartado sexual; se reconoce traumatizada. Y aunque no obstante piensa que no se merecía nada de lo que ha pasado, quince años después de separarse aún tiene ideaciones suicidas. Sólo le gustaría volver al sitio de su infancia. Mientras tanto toma ansiolíticos y depresivos que le han recetado.
No cree que él sea consciente del daño que ha hecho.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les señala 1) que ante la menor señal de violencia de género no empiecen (o continúen una relación) y 2) que tengan en cuenta que el que es así no va a cambiar. La persona que te quiere te apoya al máximo. No debes sentirte avergonzada por vivir esto. Y si procedes de otra cultura y sigues otra religión, ser pegada por tu marido no forma parte de tu religión.
Al entorno de las mujeres maltratadas deben apoyarlas y creerlas en todo. No dejarlas solas. Hablar si hay sospecha.
A la sociedad que se preocupe del aumento de violencia en general y no mire para otro lado cuando conoce casos de violencia de género.
Al ámbito sanitario y sociosanitario le sugiere que si sospecha violencia de género tienen la oportunidad de salvar vidas haciendo algo, como denunciar, aunque la mujer la niegue. Y también que desde Psiquiatría no se puede hacer diagnósticos a la ligera sobre ellas.
Al ámbito educativo, que debe enseñar las señales y síntomas de violencia de género.
Al ámbito del trabajo social le invitaría a exigir más a maltratadores condenados para que cumplan con el convenio acordado.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad les dice que no se puede dar trato de favor a un maltratador porque sea un conocido, que no juzguen a la denunciante por su apariencia, que las crean, y que aprendan a tratar a una mujer cuando está en el estado que puede causar la violencia de género.
Al ámbito jurídico le pediría que no juzgara a las mujeres atendiendo a su estilo personal de vestir o arreglarse, y que se pusieran multas y castigos no tan leves ni les conceda tantos beneficios penitenciarios ni de reinserción; opta por la cadena perpetua. También que cuiden de los niños víctimas de violencia de género.
Al ámbito político le señala que luche para que, desde el primer momento, ya en la primera denuncia, empiece a abrirse un expediente contra el maltratador y una orden de alejamiento sin necesidad de más denuncias. Y que hagan lo posible para que se cuide de los niños víctimas de violencia de género para prevenir que se conviertan en futuros maltratadores.
Edad en el momento de la entrevista: 48 años
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Cuando esta participante vivió desplazada de su lugar de procedencia, conoció al que luego fue su pareja y padre de su hijo.
Al principio, describe su relación como maravillosa, pero ahora reconoce que al año ya hacía todo lo que él le decía y comenzó a sufrir agresiones psicológicas, así como control debido a sus celos. Las agresiones físicas del tipo ser agarrada muy fuerte del brazo empezaron antes de quedarse embarazada, pero precisamente su estado hizo que se agravara su conducta porque sólo quería que estuviera pendiente de él. Después del nacimiento del bebé, fue a peor.
VIVENCIAS
Con la llegada de la criatura en común, quien además posee un diagnóstico médico concreto, llegó mayor control y agresiones físicas más graves. Además de menospreciarla, empezó a intentar cortar su relación en la distancia con su propia familia. Ese fue el detonante que le hizo ver lo que estaba viviendo, porque no identificaba la violencia de género con este tipo de acciones.
El día que él descubrió en su teléfono móvil -que inspeccionaba y a ella le daba igual porque no tenía nada que ocultar- justamente las capturas que demostraban las amenazas e insultos que le dirigía, no sólo las borró sino que le pegó. Esto la impulsó a denunciar. Lo hizo justo antes de que lo hiciera su mejor amiga que estaba preocupada por lo que le estaba pasando.. Y piensa que, si por un lado él no lo esperaba, por otro le benefició que fuera de esta manera, porque se ha visto más respaldado en su entorno. No obstante, la participante relata los obstáculos encontrados en el ambiente pequeño y rural en el que vivió su violencia de género así como la denuncia. Ella considera que muchas de las personas involucradas en su caso (fuerzas de seguridad, abogado de oficio, psicología y ámbito educativo de su hijo) la presionaban ya que la familia de él tenía una situación socioeconómica e influencias.
Ella, en cambio, con muchos menos recursos económicos ha soportado los mayores gastos derivados de esta vivencia por haber tenido que marchar del lugar para poder recuperarse al lado de su familia. Y hacerlo además sin su descendencia, ya que a pesar de otras pruebas (transcripciones de grabaciones de confesiones, por ejemplo) y partes médicos aportados, su expareja sólo aparece como presunto culpable de violencia doméstica y la custodia le fue concedida a él. Ahora ella sólo disfruta del menor en régimen de visitas y por contacto telefónico; espera que algún día decida irse a vivir con ella, según lo que le expresa comparando ambos entornos familiares, si bien el padre le concede todos los caprichos materiales, incluidos tecnológicos.
Le ha costado recuperarse física y anímicamente, pero en el momento de la entrevista ha aceptado su situación, la culpabilidad que, según opina, ha hecho cambiar a su exsuegra, y procura una buena relación por el bien del menor. De hecho, su ex le da pena y le ha hecho entender indirectamente que cualquier manipulación del niño hacia ella o su familia, que las ha habido, significará que lo denuncie. Eso le ha frenado. Ha querido volver con ella, o se lo ha sugerido a través del menor, y ella no ha aceptado. Es más, tiene una nueva relación: un compañero con el que ha sido muy clara y delimitan mutuamente su libertad. Su ex, por su parte, también ha tenido otras relaciones que incluye alguna en la que también han estado a punto de denunciarlo por violencia de género, así como otra en la que quizá haya sido él el objeto de lo mismo que le hacía a la participante. A pesar de ello, ésta expresa su convencimiento de que esa forma de ser, que califica de machista e infantil, no se puede cambiar. Aunque de cara al resto no se muestre igual.
Para gestionar la ansiedad que le ha provocado toda esta situación, ha optado por su cuenta, a dejar de medicarse a la vez que autoconocerse en profundidad. También volvió a fumar. Ya no usa los dispositivos de ayuda a la mujer en estas circunstancias que encontró al regresar al lugar de procedencia. Y habla del tema abiertamente porque considera que ella no tiene nada que esconder y ver esa actitud puede ayudar a otras mujeres que pasan o han pasado por lo mismo.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas: deben hacer caso de su intuición, “Si analizas fríamente lo que te pasa, verás que siempre siguen el mismo patrón. Debes salir de ahí cuanto antes para que recomponerte no cueste más a medida que pasa el tiempo que sigues con él.”
Al ámbito sociosanitario le reclama alguna herramienta de comunicación directa con las mujeres maltratadas para que puedan hablar o avisar de riesgo grave.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad, que sigan los protocolos y eviten favoritismos, sobre todo en los casos que tienen influencia social. “Si ceden, es corrupción”
Al ámbito jurídico, que no espere a que ellas deban ser hospitalizadas o peor para considerar los casos y analizarlos bien.
Al ámbito político le pide implicación emocional más directa para que trasciendan el papeleo y las estadísticas.
Edad en el momento de la entrevista: 57 años
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Amelia tenía una vida activa y social libre. Era muy creativa, sensible a la igualdad de géneros, en plena juventud, con independencia económica, en la que disfrutaba de su ocio y no necesitaba una relación amorosa aunque, las había tenido. Pero el que luego sería su marido (veinte años mayor que Amelia y divorciado) apareció insistiendo mucho, alabándola, bombardeándola con detalles... Sucumbiendo así ante lo que se suponía que tenía que hacer ante tal cortejo romántico -que hoy calificaría de acoso premeditado, pues intuye que fue a por ella por ser como es- ya que confiesa que se enganchó porque entendía qué era cuidar y ella siempre ha valorado eso muchísimo.
Pronto, él la convenció para irse a vivir juntos y, a continuación, implicarla económicamente tanto en la hipoteca como en préstamos de su negocio, al que la incorporó. Amelia no tardó mucho tampoco en ver cosas que no le convencían pero, haciendo caso omiso de las advertencias de la familia anterior de él, siguió adelante por su sentido del compromiso, la vergüenza, las expectativas externas y la normalización por parte de su propia familia de las conductas de él, la sensación de fracaso si lo dejaba, lo atrapada que se sentía por todos esos vínculos monetarios y la alternancia entre momentos buenos y malos que él le hacía pasar.
VIVENCIAS
Sería pasados unos años después que tuvieron un hijo en común, del que él en la práctica se desentendía y al que también ha maltratado psicológicamente, como mínimo. Aún se encuentra en fase de trabajar lo vivido, así que Amelia no sabe todo lo que ello pueda conllevar, pero entiende que la responsabilice por estar con un hombre así. Ni la existencia del hijo ni los intentos de ella por hacerle recapacitar consiguieron que su exmarido -al que a veces reconoce llamar o pensarlo como “garrapata, sanguijuela o el innombrable”- cambiara.
Destaca la violencia psicológica, económica y vicaria ejercida por su marido maltratador y cómo éstas le han dejado multitud de secuelas a nivel cognitivo (falta de concentración y lapsus de memoria), emocional (disminución de la autoestima y miedo de hablar en público) y físico que considera psicosomáticas (problemas digestivos, dolores en las articulaciones, dolor de cabeza, fatiga, bruxismo, espasmo o temblor del párpado del ojo) o bien han conllevado el empeoramiento de una enfermedad crónica de la piel que padecía con anterioridad (psoriasis).
En el momento de la entrevista, señala que está trabajando la no-culpabilización por lo vivido, así como su poder de decisión y de poner límites. Si bien es una labor de autoconocimiento llevada a cabo por sí misma sin ayuda profesional, porque a la que ha podido acceder fue a través de la justicia gratuita y tuvo una duración muy corta aunque resultó positiva; en la sanidad pública no aspira a recibir la misma calidad especializada en violencia de género ni tampoco la misma frecuencia de visitas. Más negativa aún es la opinión que le merece el asesoramiento y la atención jurídica que recibió, al igual que las leyes en sí. Considera que este tipo de situaciones hacen que dar el paso de la denuncia no compense por lo que toca vivir después. Ella, a pesar de todo, dió el paso. El juicio moral que sabía que iba a sufrir influyó mucho emocionalmente a tomar la decisión, sobre todo porque la dimensión psicológica de la violencia de género no se tiene tanto en cuenta. El coste de ambos tipos de atención (psicológica y abogacía), y el aprovechamiento por parte de ambos gremios que ha detectado, son factores que le han frenado a la hora de volver a acudir a buscar ayuda; máxime en el caso de apoyo psicológico para su hijo, que ya conoce lo que es ir a consulta y no avanzar, alargando la terapia sólo para cobrarles. Considera que éstas hacen que dar el paso de la denuncia no compense para lo que se va a vivir después, a pesar de lo cual lo dio. Se refiere al juicio moral contra ella, con lo que ya le costó emocionalmente tomar esa decisión hacia él. Además de qué se valora más como delito en la violencia de género y qué no se tiene tanto en cuenta, es decir la dimensión psicológica.
Aparte de la primera psicóloga y su abogado laboral no ha encontrado auténtico compromiso para impulsarla a salir de la situación en la que ha estado viviendo durante treinta años. De hecho, considera que esta etapa aún no ha terminado, ni siquiera después del divorcio, sentencia en la que se reconoce la violencia ni la muerte de su exmarido; ya que aún hay otras consecuencias fiscales, laborales y legales que aún están pendientes de la violencia económica sufrida.
Define a su exmarido como un narcisista manipulador, desafiante, machista como toda su familia, interesado en sí mismo, en su reputación, en la buena vida a costa de explotar a las mujeres y vejarlas como personas; así como a toda su descendencia. En cambio, coincide en que así como ella fue objeto de acoso escolar, también lo ha sido su hijo, piensa, como producto del maltrato recibido por su padre, los valores que imperan en la sociedad y por la indefensión aprendida que ella le inculcó y se arrepiente de haber hecho. Ahora, los dos están algo mejor y nota incluso que su hijo la respeta más viendo cómo se desenvuelve profesional y personalmente.
Continúa profundizando en el tema y contactando asociaciones relacionadas. Le resulta útil y terapéutico siquiera tan sólo escuchar a otras e incorporar sus soluciones.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas, les diría que cuidar es un valor positivo pero antes hay que cuidarse a sí mismas ante conductas abusivas y, por lo tanto, deben respetarse, quererse, aceptarse, porque eso es autocuidado y han de empoderarse. Si la relación de pareja te hace sentir a disgusto, en alerta, con intranquilidad constante, no es amor lo que estás recibiendo y es mejor no seguir.
Al entorno de las mujeres maltratadas les solicita que contribuyan aportándoles apego seguro y que no las vean como merecedoras de lo vivido porque no hayan tenido la fuerza de salir o de salir antes, porque eso es equivalente a cuando acusan a una violada de ir con minifalda.
A los maltratadores, a pesar de que no considera que cambien, sí expresa que tienen un problema y lanza el mensaje de que las mujeres no son propiedades suyas que puedan usar.
Al entorno de los maltratadores se puede extraer que les pediría no normalizar ni validar la violencia de género.
A la sociedad le advierte que hay que superar el machismo soterrado de asignar valores de cuidado automáticamente a las mujeres o minusvalorarlas cuando están en posiciones de poder, así como la necesidad de prevenir la violencia de género desde la infancia y no hacer caso de la campaña de descrédito que está recibiendo. A aquellas mujeres que puedan denunciarla de manera falsa les pide que no lo hagan. Y si actúas contra la violencia ejercida, lo que sientes “no es mal de amores”, sino que estás ante un delito.
A los y las negacionistas de la violencia de género no hay que dirigirse, porque no quieren entender.
Al ámbito sanitario y sociosanitario, que conozcan bien las señales de violencia de género y escuchen el discurso de la mujer para ver su conexión con los problemas de salud que presenta. Asimismo, la solución no es sobremedicar. En el caso de la Psicología, que les permitan una valoración como superviviente de violencia de género que sea aceptada judicialmente.
Al ámbito educativo, que hay que trabajar este tema y cualquier tipo de abuso en general desde la infancia, considerando a la niñez como agente activo, lo que implica un cambio de paradigma hacia un alumnado más autónomo, crítico y al que se le consideren sus derechos en igualdad con respecto a la adultez, para empezar, el profesorado.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad les aconseja más formación realista.
Al ámbito jurídico le aconseja más formación realista y aceptar como prueba la valoración psicológica de superviviente de violencia de género así como que haya conexión en este sentido con Psicología de la Oficina de Atención a Víctimas de la Violencia de Género.
El ámbito político no cree que quiera cambiar porque precisamente el poder atrae a personalidades proclives a manipular y abusar y lo que interesa es reproducir los roles tradicionales y que las mujeres no lleguen al poder.
A los medios de comunicación, si acaso, que dejen de etiquetarlas.
Edad en el momento de la entrevista: 53 años
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Cuando esta participante conoció a su ahora exmarido hubo algo que no le terminó de gustar, a pesar de su físico y fachada social, pero pasó el tiempo y en un momento que reconoce de debilidad emocional él supo mostrarse como lo que ella quería: decidido y tierno. Pero no pasó mucho tiempo hasta detectar la frialdad de su carácter, el cúmulo de relaciones fallidas que tenía en su haber, y con qué despotismo trataba a una pareja, aunque para ese entonces ella ya estaba embarazada y decidió seguir adelante con la ilusión de un futuro juntos y cumplir socialmente por su familia.
Se casaron y al día siguiente de llegar del viaje de novios le dió el primer empujón. Ella se asustó y marchó con sus padres, pero su ya marido le habló de tal modo que regresó con él. De nuevo, influyó también la presión social de no querer divorciarse enseguida. Luego se arrepentiría de no haberlo hecho.
VIVENCIAS
La rapidez del emparejamiento y de la convivencia -ella dudaba pero él estaba acostumbrado a eso-, la boda y la separación no implicaron menor intensidad de la violencia sufrida por la entrevistada. Si bien reconoce que fue más rápida en dejarlo (año y medio aproximadamente) de lo que suele o solía hacerse por las mujeres, lo cierto es que lo que sí se alargó una década ha sido el proceso judicial posterior de demandas, incluyendo una por parte de él apelando a su honor. Tiempo en el que ella, que se define como muy sorora -en el sentido de no-competitiva con otras mujeres-, ha corroborado su experiencia con alguna pareja previa de él.
La convivencia como matrimonio estuvo marcada por un ambiente de tensión constante para ella por las reacciones agresivas y fuera de lugar de él, entre las que se cuentan menosprecios, burlas tanto hacia ella como su entorno, insensibilidad emocional, presión económica y agresiones físicas. Estas repercutieron no sólo en la entrevistada sino en su descendencia, que nació con una anomalía tras un embarazo durante el cual tuvo que acudir a Urgencias varias veces debido a la situación que vivía. En una de esas ocasiones, la doctora que le atendió en el hospital le preguntó qué le estaba pasando, intuyendo lo que podía ser, y entonces le confesó a medias esta situación, pero también qué él pertenecía a una de las fuerzas y cuerpos de seguridad y tenía miedo de denunciarle. La sanitaria le pidió que se cuidase pero no dió el paso de denunciar como profesional porque no presentaba lesiones físicas.
Finalmente se separó y él puso en marcha una serie de medidas legales para abaratar y finalmente eludir la pensión de alimentos, así como desposeerla de la vivienda familiar y encarcelarla acusándola de dañar su honor (este juicio lo perdió en detrimento propio evidenciando él mismo la violencia de género), además de amenazarla de muerte a ella y a la criatura. En el momento de la entrevista, ésta ya es adolescente y no conoce con detalle las actuaciones violentas de su padre hacia su madre pero sí ha apreciado su carácter con las sucesivas parejas que ha tenido después, así como en primera persona, por lo que no le tiene cariño y prefiere no tener más contacto; judicialmente esto último aún no lo habían conseguido. Sólo siente el amor de su madre. Y ella siente mucho que no tenga el padre que considera que merece.
Todavía hoy, tras años de disputas y un gran desgaste psicológico y económico a nivel personal y familiar que le ha condicionado hasta para no tener nueva pareja, y aún manteniendo un contacto correcto entre ambos, la entrevistada no se fía de su exmarido y no se queda a solas con él. Considera que es “un maltratador de libro”: al resto no se lo parece pero en la intimidad se transforma. Además con acceso a armas y protegido desde su cuerpo de seguridad.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les dice que el amor no hace daño, no duele, no te da mala vida: el amor es lo mejor que existe. La violencia ejercida por los maltratadores no es amor. Los maltratadores no las quieren y no hay que disculparles.
A los maltratadores les dice que ninguna mujer es de su propiedad.
A la sociedad le pide que tenga en cuenta la indefensión aprendida de las mujeres que les dificulta detectar y salir de la violencia de género en la pareja que ejerce el hombre con el que mantienen un vínculo afectivo, así como que ha de desquitarse de la cultura machista, también las propias mujeres.
A los y las negacionistas de la violencia de género les recuerda las cifras estadísticas que reflejan la violencia específica mayoritaria del hombre a la mujer por ser mujeres, considerarlas de su propiedad y querer ejercer poder sobre ellas.
Al ámbito jurídico le pediría que no incurriera en la violencia de género cuando defienden a maltratadores, cuestionando y atacando a las mujeres denunciantes también por parte de algunas mujeres de la profesión.
De las fuerzas y cuerpos de seguridad espera que no perjudiquen a quienes investigan a sus colegas con motivo de la violencia de género.