Edad en el momento de la entrevista: 35 años
INICIO
N. conoció a su pareja a través de un familiar muy cercano. Cuando empezó a salir con él, tenía veintiocho años y vivía por su cuenta, ya que era económicamente independiente desde adolescente.
Considera que abrió su persona, su familia, toda su vida a él, aunque al contrario nunca llegó a sentir que se abriera tanto a ella. Tampoco que superara su adicción a las drogas, aunque N. lo apoyara para hacerlo. Incluso aguantó la reaparición de una pareja anterior, que también estaba enganchada: a las sustancias y a él.
Todas las vivencias que describe en esta relación de cinco años de duración no las había vivido previamente con otras parejas.
VIVENCIAS
N. vio reflejado el consumo de drogas en el hecho de que él vendiera cosas suyas o le cogiera dinero, incluso le pidiera a ella cuando él mismo ya había empezado a trabajar.
A eso se sumó un control que califica de “excesivo” y que consistía en aparecer de repente a la salida de su trabajo y vigilar con quién estaba. Al principio, N. lo interpretó como preocupación por ella, una muestra de amor, pero este y otros aspectos, como las amenazas de muerte a sus padres y a ella, no los vió como maltrato psicológico hasta que pasó al plano físico e intentó asesinarla en 2019. Lo hizo chocando de frente su coche contra el de ella, yendo ambos en circulación por carretera. N. le había regalado el curso para sacarse el carnet de conducir. Sobrevivieron, pero las lesiones resultantes, que entre otras cosas exigieron variadas operaciones, han derivado en la declaración de incapacidad laboral de N. Él quedó herido, se recuperó bajo vigilancia, y fue detenido, pero murió en prisión preventiva antes del juicio. Su fallecimiento le dió pena a la par que tranquilidad: dice que quien quiere matar no se merece vivir, y él quería matarla a causa de su mentalidad machista porque ella no quería estar con él.
No llegó a dos semanas entre su denuncia ante la Guardia Civil, cuando se sintió muy desprotegida legalmente -en los juzgados directamente sintió que su integridad no estaba asegurada-, y el intento de asesinato. Su madre fue quien le animó a denunciar y estaba muy pendiente de ella, que seguía convencida de que sólo estaba enfadado porque se había separado de él, advirtiéndole que estaba en peligro. Precisamente, la denuncia sirvió para demostrar las intenciones de su expareja, y así lo tuvo que hacer ver su madre a los cuerpos de seguridad porque no habían coordinado un hecho y otro. Piensa que, de no haberle denunciado, no hubiera entrado en la cárcel y quizá ella sí hubiera estado muerta ahora. Sin embargo al mismo tiempo justo por la denuncia antes del intento de asesinato, el seguro del coche no le cubrió y, a pesar de haber ocurrido a la salida de su trabajo, tuvo que coger la baja por la Seguridad Social; también ha tenido problemas con la factura del hospital relacionada con este ingreso. En el momento de la entrevista, la pensión que cobra no le da para independizarse y vive con su familia. No ha obtenido otras ayudas económicas por este motivo, aunque sí asesoramiento de servicios específicamente destinados a las mujeres.
En cuanto a la familia de él, lo defendía y sobreprotegía en vida -en una ocasión que intentó suicidarse porque N. no quería seguir con él al final volvió porque su suegra se lo pidió- y también después: no han reconocido su responsabilidad. Por tanto, no existe relación aunque sí un vínculo: un familiar en común que es menor y al que ella ha adaptado las explicaciones de lo ocurrido intentando enseñarle inteligencia emocional y una masculinidad positiva. Son los rasgos que ha encontrado en su pareja actual, que por su parte soporta presiones en la relación entablada con N. de su propio entorno debido al etiquetaje que le han aplicado a ella. En cuanto a su propio círculo social anterior, el contacto de N. con ellos/as ha disminuido, sobre todo por la distancia geográfica, puesto que se mudó, y también por la ocasionada en el escenario de pandemia de COVID-19. El círculo compartido con “el sin nombre” no existe ya en su vida. Sí que logró recuperar a su perra, a la que él secuestró y su familia le devolvió en malas condiciones.
En el momento de la entrevista, tres años después del intento de asesinato, ha sido dada de alta de sus lesiones físicas pero no recibe atención psicológica. Si bien intenta que el trauma no esté siempre presente ni quiere ser victimizada constantemente, reconoce que es algo que le ha dejado huella: tiene siempre como una alarma activada y, no sólo por ella, sino ante cualquier conducta violenta ya sea hacia una mujer o hacia un hombre.
RECOMENDACIONES
- A las mujeres que viven o han vivido violencia de género les dice “no hagas nada que no quieras”, y que recuerden que alguien que las quiere no intenta separarlas, sobre todo, de su familia. Las alertas son “posesión, obsesión y control”.
- A los hombres que maltratan les dice que si tuvieran autoestima, seguridad y empatía podrían llegar a querer bien.
- A las parejas les dice que deben tratarse mutuamente con educación y respeto.
- A la sociedad y a los medios de comunicación les diría que no re-victimicen a las mujeres constantemente más allá del momento o etapa de violencia de género.
- A la sociedad, además, le pediría que cambiara la mentalidad y la socialización diferenciada de los géneros y que no sitúe la sospecha y la culpa sobre las mujeres que han vivido este tipo de violencia.
- A los negacionistas de la violencia de género les diría que sólo la van a entender si se ponen en el lugar, si piensan que esa mujer maltratada puede ser su hija, su hermana...
- Al ámbito educativo le diría que realmente se trate a los géneros como iguales y no apliquen estereotipos.
- Al personal sanitario que se encuentre casos de violencia de género, aunque sea para valorar otras cuestiones, les pide que tengan en cuenta las secuelas no-físicas de este tipo de vivencia porque puede influir en lo físico, aunque sea indirectamente.
- A las entidades dirigidas a la atención a la mujer les sugiere que exista un servicio que aglutine información de todos los recursos existentes para o relacionados con la violencia de género de manera que pueda obtenerse, así, una visual global y no tener que acudir a cada uno por separado. También que haya otro tipo de recursos no necesariamente presenciales o de presencialidad más flexible bien sea por seguridad, discreción y/o accesibilidad. Y que las campañas de sensibilización reflejen la diversidad de violencias de género que hay.
- A los cuerpos de seguridad y el mundo judicial les pediría que desarrollen más recursos para demostrar la violencia de género con evidencias y que haya más perfiles especializados en su atención así como más agentes mujeres.
- Al ámbito político le pide que facilite lo anterior y que haya más mujeres políticas.
Edad en el momento de la entrevista: 35 años
INICIO
Wafa conoció a su exmarido con 17 años de edad, pero durante los cuatro siguientes mantuvieron la relación de forma intermitente.
A lo largo de ese tiempo, dice que desarrolló dependencia emocional. Sólo de ese tipo, porque ella era económicamente independiente.
Cuando se comprometieron más, él ya la insultaba, pero no tardaron mucho en casarse.
VIVENCIAS
El control, las amenazas con respecto a su familia y el aislamiento hacia ésta y sus amigas, los insultos, los desprecios, ahora sí los golpes, los ahogamientos incluso estando embarazada (siempre acabó en abortos), el miedo que sentía ante todo eso… Todo se lo ocultó a su familia, mientras que la de él presenció sus actitudes agresivas y, aunque intentó defenderla, en el fondo replicaban el mismo patrón. Él, por su parte, no consideraba que hiciera nada o nada malo. Wafa señala que consumía sustancias nocivas y a veces notaba que tenía paranoias. Además era ella la que prácticamente lo mantenía a él, aunque era él quien manejaba el dinero.
Cuando escuchaba algo sobre violencia de género, o no se identificaba, especialmente si el mensaje se centraba sólo en la violencia física, o bien rechazaba ese pensamiento. Además, estaba paralizada por sus amenazas. El día que se marchó de su piso pasó mucho miedo. Se refugió con un familiar. En la denuncia y el juicio exprés la trataron bien pero detectó las fallas que existen en este tema, como coincidir en espacio y tiempo con el agresor.
Unos meses después de la sentencia, finalmente fue a por ella, tal y como había amenazado tantas veces: disparándole. Él se suicidó de esa misma manera creyéndola muerta pero Wafa, como resultado de su agresión con arma de fuego, quedó tetrapléjica de por vida.
La comunicación de este diagnóstico tampoco fue la que ella consideraría como ideal. De hecho, sólo ha recibido atención física y psicológica derivada del mismo pero no por la violencia de género de la que fue objeto y causó tal situación. Salvo un par de sesiones en el momento de la denuncia, se la ha tenido que buscar ella. Como también decidió cambiar de una residencia para todo tipo de discapacidades donde no estaba a gusto a vivir en el momento de la entrevista en un centro que sí está preparado para su caso, sin tener que recurrir a su familia para no alterar el día a día de todos, que ya estaban muy afectados por lo sucedido. Eso sí, están en contacto telefónico permanente y la visitan; la familia de él la culpa de su suicidio. Por otro lado, las ayudas de carácter monetario que ha recibido han consistido en una pensión por minusvalía y una ayuda por haber sufrido importantes secuelas debido a un acto violento, sin que se deba a reconocimiento explícito por violencia de género.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les dice que busquen ayuda antes de denunciar para comenzar el proceso conociendo cómo es todo.
Al entorno de las mujeres maltratadas le pide que no las juzguen ni les pregunten por qué llegaron a esta situación ni les reprochen nada. Que no las abandonen, que eviten que se enganche a él, y que les den cariño.
A los maltratadores les dice que cuando se quiere a una persona se la cuida, no se le hace daño.
Al entorno de los maltratadores les pide que lo denuncien y, antes, que lo eduquen para que no haga esto.
A la sociedad le dice que la violencia de género no tiene cultura ni nacionalidad ni fronteras ni nivel socioeconómico.
Al ámbito sanitario y sociosanitario le recomienda más psicología en la atención y remitir o complementar ésta con especialistas en diagnósticos causados por la violencia de género.
Al ámbito educativo le solicita impartir más formación sobre violencia de género y también abuso sexual.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad les solicita que haya atención psicológica en el momento de la denuncia y que aseguren la presencia de abogado/a de oficio.
Al ámbito jurídico le señala la necesidad de evaluar cada caso para detectar denuncias falsas así como no centrarse sólo en la violencia física.
Al ámbito político le reclama más recursos para este tipo de violencia contra las mujeres.
A los medios de comunicación les pide cuanta más visibilización e información sobre el tema mejor.
Edad en el momento de la entrevista: 48 años
INICIO
Cuando su hija Sara empezó a salir con un chico de otro país al que había conocido 3 años atrás a través de juegos online y que vino a España expresamente para ser su pareja, Asunción decidió acogerlo porque estaba solo y porque siempre había tenido miedo por esta y sus otras dos hijas en relación justamente al acoso y a la violencia de género y no quería que se marchara con un desconocido. Ella no la había padecido directamente pero las educaba para que no les sucediera.
Así fue cómo él empezó a convivir con Sara y con su familia, es decir, Asunción y su madre. Asunción lo notaba muy encima de Sara, que era muy independiente, pero no la notaba a disgusto: desconocía que le había llegado a hackear sus cuentas en redes sociales virtuales, contestaba en su lugar, y le vigilaba y controlaba las salidas, también del trabajo. Más tarde también se daría cuenta de otras señales como el aislamiento progresivo que estaba ejerciendo en Sara con respecto de su familia.
Finalmente, en poco más de tres meses, su hija le pidió que dejaran de ser pareja y se marchase. Por pena, le dejó estar algún tiempo más, aunque sin ser pareja, tras lo cual él ni se comunicaba con el resto de personas en la misma vivienda. El día que se suponía que él se iba, la esperó por la noche en la casa y, quedando sólo su abuela tras marchar Asunción después de haber estado charlando con su hija, degolló a su expareja Sara.
VIVENCIAS
A falta de nietos/as, Asunción se vio convertida legalmente en víctima de violencia de género, aunque ella considera que la víctima -palabra que tampoco le termina de gustar- es su hija Sara, por la que llora y lucha constantemente. Adquirió por ello una serie de derechos automáticos como el ingreso prioritario de su madre en una residencia porque debido a su estado de shock no podía atenderla adecuadamente, así como otros en su empleo. Si bien señala que no ha cobrado indemnización alguna por lo que considera el asesinato, y no el homicidio, de su hija. La sentencia judicial lo reconoce como tal, y no como homicidio que es como se suele hacer.
Esos matices se traducen también en diferencias de tiempo de condena, mayor cuando se trata de asesinato. Si bien a partir de la sentencia de Sara ha visto otras similares en otros casos después.
El impacto psicológico en la familia ha sido traumático: su madre (la abuela) murió reconociendo a Sara en cualquier chica que veía, las hermanas y el primo lo llevan cada uno a su manera, y Asunción no tiene consuelo pero vuelca su energía en cambiar la ley. Está en tratamiento psiquiátrico, que piensa que dure de por vida. Presenta también secuelas físicas de tipo muscular producto de la tensión emocional que vive. El juicio fue muy duro para ella aunque tuvo apoyo del equipo que la atiende. Y traslada todo su reconocimiento al equipo policial que aportó las pruebas.
En cuanto al asesino de su hija y otros no piensa que sean reinsertables, más bien que demuestran tendencia a ser reincidentes. Su informe psicológico, de hecho, fue muy negativo, a lo que se suma la actitud de la madre de él que en lugar de darle el pésame la ha increpado, por lo que piensa que comparten la mentalidad. Una mentalidad que, más que machista, considera egocéntrica. Opina que hay cierto perfil psicológico que es el que transgrede aún más allá del machismo para ser capaz de matar por ser mujer pero también, por ejemplo, abusar sexualmente de ellas.
Por otro lado, hasta el entorno se ha visto afectado. Sus propias amigas ahora temen más que les suceda a sus hijas o nietas porque han comprobado de cerca que no es algo lejano que se vea sólo en televisión. Su propia nieta, recién nacida en el momento de la entrevista, le aporta algo de ilusión pero también prevé preocupación en el futuro por esto mismo. Destaca, sin embargo, que una pareja vecina que siempre tenía muchas discusiones, después de lo sucedido ha mejorado mucho la convivencia.
Les agradece a los medios de comunicación la cobertura del caso de Sara porque esa presión quizá contribuyó a lo que han logrado: el cambio de sentencia y su alcance. No obstante, le preocupa mucho el aumento del negacionismo machista y del machismo en general en las nuevas generaciones.
RECOMENDACIONES
A las familias, en general, les invita a hablar con sus hijas y con sus hijos para educar en el respeto mutuo y la igualdad de derechos entre los géneros, condición sexual, religión…
A los hombres que maltratan no los entiende y no tiene mensaje para ellos.
A los y las negacionistas de la violencia de género no tiene ni mensaje, ya que no entiende que la nieguen ante lo que considera evidencias de su existencia.
A los pocos hombres que le han increpado en las concentraciones, les pregunta qué pasaría si se tratara de su hija.
Al ámbito investigador le pide que maticen las estadísticas para distinguir la contabilización de las muertes por violencia de género entre las sentenciadas como asesinato y como homicidio.
Al ámbito político le dice que debería equipararse la Ley de Violencia de Género con la Ley de Terrorismo, en la que toda persona asesinada se considera asesinato, no homicidio. Máxime teniendo en cuenta lo que le parece más cruel: lo lleva a cabo alguien con quien se ha mantenido una relación personal. También que si alguien debe tener escolta son ellos, y así ellas viven en libertad y protegidas, que no son las que vigilan ni amenazan.
Al ámbito jurídico le exhorta a actualizar y mejorar las leyes relativas a violencia de género y le traslada que no entiende por qué hay que demostrar que este tipo de violencia con resultado de muerte es un asesinato y no el acusado quien ha de demostrar, si lo es, que se trata de un homicidio. Que además se tenga en cuenta no sólo el último acto sino todo el proceso previo que han vivido las mujeres hasta llegar a ese estado. Y que Instituciones Penitenciarias no debe estar por encima de una sentencia cuando se trata de decidir permisos.
A los medios de comunicación les pide que no utilicen el término «asesinadas» si legalmente resulta que no es así. También, que no usen fotos en las que aparecen agredida y agresor ni que digan cosas que no son verdad de quien ya no puede hablar. En definitiva, que abandonen el amarillismo, sean profesionales y así no falten ni a la víctima ni a su entorno, al que añaden más dolor.
Edad en el momento de la entrevista: 18 años
INICIO
Tras el confinamiento a causa de la pandemia de COVID-19, Nadia se encontraba más sensible, muy obsesionada con su físico, y piensa que con la autoestima muy baja. Necesitó ayuda psicológica profesional por ello. Y en este contexto apareció un chico que le mostró que le gustaba, la buscó en redes (aunque ella todavía tenía quince años de edad y él veintidós) y terminaron saliendo. Se convirtió así en su primera pareja.
El primer mes bien pero al siguiente puso las primeras objeciones a sus amistades, y al otro ya estaba agrediéndola físicamente. Continuó así el que ha sido un año muy intenso para la participante.
VIVENCIAS
Nadia hizo caso de sus objeciones y se alejó de sus amigas, también de sus compañeros de clase varones. Dejó de maquillarse, se ponía ropa que la tapara más, caminaba con la mirada hacia abajo o accedía al control de dónde y con quién estaba a través de fotografías en el teléfono móvil, a que controlara sus perfiles virtuales y a mantener relaciones íntimas sin protección. Empezó a tomar ansiolíticos por su cuenta.
Al no haber sido atendida sanitariamente con motivo de la violencia de género, salvo en una ocasión, en los juicios ha echado en falta no tener más partes médicos como evidencias físicas de la misma. Además piensa que esa ingesta abusiva sin control de los ansiolíticos le ha causado lagunas de memoria que a veces prefiere tener. No obstante, él le ha llegado a amenazar con navaja, ha pegado a su hermano, destrozó la furgoneta de su padre y tiene amenazada de muerte a toda su familia si lo encarcelan. Aún así, y aunque se ha saltado la orden de alejamiento multitud de veces, en el momento de la entrevista no le habían detenido. Se le encara de forma muy chulesca siempre que coinciden, si bien a ella ahora no le afecta, a pesar de que después de la primera denuncia volvió a salir con él; ya que se sintió obligada a hacerla sin estar convencida pero sí todavía enganchada. Su familia lo permitió, con supervisión, sabiendo que no podía ser separada de él bruscamente.
Considera que tenía mucha dependencia emocional. Y ahora ve claro que él las prefería mucho más jóvenes para poder manejarlas. De hecho, ha terminado conociendo y haciéndose amiga de parejas previas de él. Una también colabora con Fundación Ana Bella, como Nadia, dando charlas de sensibilización y detección entre la población escolar en edades similares a la suya, entre la cual a pesar de las apariencias y discursos dice que no se trabaja lo suficiente este tema. Sin embargo, trató de advertir a otra amiga y en el momento de la entrevista sale con él. Nadia, por el contrario, no quiere saber de parejas aunque su entorno le dice que no todos van a ser iguales. Pero de tenerla, sí sabe lo que desea: confianza y libertad. Y ha llegado a la conclusión de que tampoco es obligatorio tener pareja.
Está convencida de que había normalizado un modelo de amor “tóxico” que incluye conductas de violencia de género y que veía como el ideal o el único posible. A ella le sorprende que aún se generalicen en redes sociales virtuales el mismo modelo.
En el caso de él, aparte de su inseguridad y baja autoestima, sospecha que lo ha vivido en su familia y asimismo que su procedencia cultural es muy machista. En este punto, reconoce que en la generación de sus abuelos y de su madre en España ha sido igual, y lo sabe de cerca.
En cuanto a su experiencia a nivel judicial, si bien considera positivo que eviten que coincidan en la sala, el hecho de saber que él tiene derecho a escucharla en otra ha sido lo más duro para ella.
Otra consecuencia a nivel personal es que ya no es tan cariñosa como antes. Sin embargo, la ayuda psicológica especializada que ha recibido ha contribuido a que no se sienta avergonzada por haber vivido violencia de género, sino muy orgullosa de haber salido de ella.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas, especialmente tan jóvenes como ella, les recomienda que no dejen pasar la violencia de género y que, de ser objeto de ella, lo hablen y lloren con alguien de su confianza.
Al entorno de las mujeres maltratadas les recomienda que no les obliguen a denunciar ni les separen bruscamente. A las amistades en concreto les observa que deben darle apoyo escuchando y abrazando.
A los maltratadores les dice que no entiende por qué maltratan, no las quieren a ellas ni se quieren a sí mismos: “cuídala, trátala bien y ya está, pero no la hagas sufrir”.
A la sociedad que esté atenta cuando una mujer, o más, advierte sobre un maltratador para prevenir a otras.
A los y las negacionistas de la violencia de género les señala que esto lleva pasando mucho tiempo.
A las fuerzas y cuerpos de seguridad les recuerda que no deben hacer desistir de denunciar por mucho tiempo que haya pasado de la violencia de género.
Al ámbito jurídico le recrimina la impotencia que se siente de dar respuesta a la llamada pública de denunciar la violencia de género pero que luego se acumulen denuncias y al maltratador no le pase nada.
Edad en el momento de la entrevista:
INICIO
La participante identifica su experiencia de violencia de género en la pareja -sin convivencia- de forma intermitente entre los 14 y los 19 años de edad. A ello se le suma, a parte, un tiempo de acoso posterior a dejarle.
No obstante, esa percepción no fue inmediata, sino que emerge con el paso del tiempo.
VIVENCIAS
Las relaciones con otros hombres le revelaron ciertas susceptibilidades en ese ámbito interpersonal e íntimo que considera generadas en esta primera pareja de la que habla. Por ejemplo, no soportar que le levanten la voz o haber tardado algo en conocer el placer en el sexo porque él sólo se orientaba al suyo propio e intentaba presionarla para no usar protección.
Además de la violencia sexual también ha identificado episodios de violencia psicológica consistentes en control de su vestimenta, y ligada a ésta hasta menosprecio enfocado a su físico, lo que afectó durante un tiempo a su autoestima, así como control de su vida y sus compañías, en especial cuando ella marchó a estudiar fuera del pueblo y él no. También empezó a ver la “toxicidad” y dependencia que vivió ante un chico que era algo mayor que ella pero se mostraba contradictorio, engañándola delante suyo o metiéndose con su cuerpo o dejándole de hablar para luego volver, decirle que la quería… Y mostrándose cariñoso ante las amistades pero no en la intimidad.
Si bien ella no le trató de la misma manera, sino que le daba igual el físico de él -fuera de los estándares de belleza dominantes- o su menor preparación educativa y sus pocas inquietudes culturales, sí que una vez vió claramente que esa relación “no era algo sano ni normal”. Se dio cuenta que existían otras mejores, no dudó en dejarla y se mantuvo en la decisión de no volver. Fue en ese momento cuando él empezó a seguirla, pero su entorno de amistades la mantuvo protegida. Pasado el tiempo fue alejándose, aunque él trató de contactarla en redes sociales virtuales por mensaje privado, al que ella no respondió.
El incremento de la sensibilización de la sociedad respecto a la violencia de género, la divulgación sobre el tema y, casi en paralelo, su acercamiento a él a través de su trabajo, señala que han sido factores que han contribuido a identificar su propia vivencia. Se ha dado cuenta que no era consciente de ello en el momento que le estaba pasando y piensa que esto le sucede a más mujeres adultas jóvenes como ella. Asimismo, le ha llevado a pensar por qué nadie del entorno, no sólo amistades sino también familiar, al que él además no les caía nada bien, quizá veían estas actitudes pero no se involucraron ni le ponen nombre abiertamente. Ella ha seguido su vida y le satisface haberse superado en todos los sentidos pero opina que su inexperiencia, el conocimiento de otros casos no-denunciados en su entorno a la par que la socialización y la mentalidad de un cuarto de siglo atrás hicieron que normalizara esta situación.
Hoy en día se trabaja mucho la convivencia de pareja con su marido y la prevención de cualquier tipo de violencia con su descendencia conjunta. Un trabajo en el que plantea y procura practicar mutuamente la forma de bien-tratarse, la empatía, el respeto, desmontar los estereotipos y roles de género, corregir los micromachismos… También en otras personas de sus distintos círculos. Si acaso, si lo termina considerando y encaja en su agenda, quizá incorpore a todo esto el trabajo psicológico sobre su vivencia de violencia de género con un/a profesional de la disciplina. Lo que sí la tiene preocupada es la que considera una “regresión” sobre este tema, especialmente entre la juventud. Está convencida de que falta más educación cívica, para empezar desde casa, y también en las escuelas, a la vez que una mayor iniciativa pública a la hora de sacar de continuo -y no puntualmente- este problema en los medios y otros canales que los jóvenes también ven, enfocándolos de forma que los hombres se vean interpelados e incluidos.
RECOMENDACIONES
A las mujeres maltratadas les dice que abran los ojos, que lo que viven no es normal.
A los maltratadores les señala que lo que hacen no es normal, que deben aprender qué es una relación sana y las buenas masculinidades, que hay que respetar a todo el mundo, incluidas las mujeres.
A la sociedad le pide ser consciente de los micromachismos constantes que vivimos, tanto hombres como mujeres, desde el ámbito doméstico hasta el laboral y por tanto cambiar, ejercer y transmitir igualdad. Pide, también, no ignorar las situaciones más graves cuando nos las encontramos sino empatizar, preocuparse y estar preparada para actuar, que empieza por creer a las mujeres maltratadas.
A los y las negacionistas de la violencia de género les dice que basta con mirar a su alrededor y ver los datos, que ojalá realmente no existiera.
Al ámbito sanitario y sociosanitario le pide que detecte casos desde Atención Primaria a través de un protocolo de actuación, porque la violencia de género es un problema de salud pública.
Al ámbito educativo le pide que enseñe más convivencia que contenidos, lo que exige que quienes enseñan deben tener esa formación especializada. Y no pueden concentrar esa enseñanza en charlas y menos en charlas sólo el 25 de noviembre y/o el 8 de marzo.
Al ámbito político, jurídico y a las fuerzas y cuerpos de seguridad les pide que implementen más recursos y otras herramientas más efectivas para que las mujeres salgan del problema y vivan sin miedo, sin peligro, sin ser revictimizadas: se debe poner el foco en los maltratadores y no en la falta de libertad que viven en consecuencia ellas.
A los medios de comunicación les recomienda que no se centren en la violencia de género sólo el 25 de noviembre y el 8 de marzo, sino que sea noticia continua y transversal de la que se puedan ocupar también hombres en el rol de comunicadores. Y que además salgan los casos de recuperación de las mujeres, terapias a hombres, y no sólo los asesinatos.
Edad en el momento de la entrevista: 69 años
INICIO
Antes de ser pareja, Bahía trató a su maltratador en calidad de amigos. En esa etapa, no veía ningún problema en él.
Todo cambió cuando en 2007, siendo ya pareja pero conviviendo en sus domicilios respectivos -un plan que Bahía además consideraba ideal- él le pidió quedarse en su casa durante lo que se suponía un corto período de tiempo por una necesidad puntual, a lo que ella accedió por bondad. En esa convivencia, ella, que estaba familiarizada con la violencia de género de manera profesional, pronto vió claro en él la conducta de lo que prefiere llamar violencia sexoafectiva de pareja.
VIVENCIAS
Esta violencia sentimental de pareja se manifestó en violencia psicológica hacia ella a través de la humillación, la envidia de su éxito profesional y también hacia su figura femenina y, relacionado con ambas, referencias al propio gusto sexual reprimido hacia los hombres que ella le detectó y él mismo le confesó. A eso hay que sumar chantajes emocionales, sucesivas fases de luna de miel (momentos felices) y algún portazo puntual. Rasgos que, en un estudio realizado por su cuenta, ha encontrado en más casos.
Tras dejar de ser pareja, su maltratador continuó algún tiempo más en su piso y con su marcha aún dejó cosas en él. Ella cambió la cerradura y se decidió a denunciar, sobre todo porque le amenazaba con hacer daño a otras mujeres si no se quedaba con él, sin embargo no encontró apoyo en la policía. Esta motivación sólo fue comprendida por una de las psicólogas que la atendió a lo largo de los 17 años que ha vivido esta experiencia hasta el momento de la entrevista. Porque a posteriori, Bahía siguió viviendo episodios de acoso, también en su ámbito laboral, cuando no social, con difamaciones por las que fue denunciado e incluso intentos de perdón que ella ha interpretado como intentos de él de volver a su vida.
Por todo ello, ha vivido secuelas psicológicas (estrés crónico, aislamiento social, miedo) y físicas (patologías musculoesqueléticas) a las que han sido sensibles muy pocos profesionales en todo este tiempo: la psicóloga mencionada, la actual profesional que la trata, su último médico y los abogados que han llevado su caso. Asimismo, ha sentido mucho abandono social por parte de amistades y otros círculos de conocidos/as suyos, pero sobre todo institucional. Tiene muchas quejas a nivel policial, asociativo, sociosanitario y político, ámbitos con los que había colaborado mucho precisamente en esta materia; mala praxis, hipocresía y omisión de ayuda son algunas de ellas, pero no se rinde. A pesar de ser así, vive casi en una situación de exclusión social que podría superar solventando ciertas cuestiones jurídicas que se han ido retrasando en el tiempo, como el reconocimiento oficial de ser víctima de violencia de género, que no le llegó hasta 2023 gracias a acudir a la Defensoría del Pueblo. Por este motivo, considera que ha vivido una revictimización y un maltrato institucionales que ha terminado considerando peor que el maltrato en sí de su expareja, dando lugar a una edad en la que, en nuestro contexto, se ponen obstáculos para retomar una actividad laboral.
En cualquier caso, no se siente culpable por nada de lo vivido. Continuará usando la palabra para luchar. De hecho, señala que el amor es palabra, comunicación, diálogo, satisfacción, independencia, creatividad, aceptación, inteligencia… Más allá de lo que dure el sentimiento como pareja.
RECOMENDACIONES
- A las mujeres maltratadas les dice que lo son si su pareja les agrede en cualquier forma de violencia sexoafectiva que describe, con independencia de que convivan con él o no. Y que deben llegar hasta el final en el reconocimiento de lo que les sucede, abandonando cualquier complejo de culpabilidad por esta razón porque no son las culpables.
- A los maltratadores les dice que no son enfermos, ni siquiera mentales, sino que son y están en el mundo así: tienen una “conducta aberrante hacia la mujer con la que entablan un vínculo” sentimental.
- Al entorno de los maltratadores les reclama que no los disculpen, que con ellos/as podrá ser una persona maravillosa pero con su pareja no. Tampoco justifiquen ni culpen a la mujer de lo que le hace el maltratador.
- A la sociedad le observa que estamos retrocediendo en este tema y que ya es hora de que el foco se ponga en visibilizar a aquellos hombres -que no son todos- que causan este tipo de violencia y no en la mujer, ya sea revictimizándola o cuestionándola como tal.
- A los y las negacionistas de la violencia de género que no lo sean por esconder este fenónmeno social quizá en primera persona ni adopten esa postura por esnobismo.
- Al ámbito sanitario y sociosanitario que: 1) realmente se orienten a la erradicación de esta violencia, que no basta con soluciones estandarizadas para las víctimas en forma de programas sin otro tipo de continuación en el apoyo ni recomendarles a ellas que se enfrenten a los agresores, 2) así como que no trabajen pensando que los maltratadores son reinsertables porque las evidencias indican que no lo son, y 3) que el voluntariado que se pueda llevar a cabo en su seno también ayude a las mujeres maltratadas aunque sea en cuestiones cotidianas que necesiten.
- Al ámbito educativo le recuerda que en este tema no todo el peso de evitar este problema está en precisamente en él, por lo que también sería necesaria una escuela para padres y madres.
- Al ámbito jurídico, para empezar no debe intervenir modificando la vida de la mujer que es objeto de la violencia de género y la denuncia sino que quien debe ser extraído de su entorno es él para que ellas se sientan libres más que protegidas. Tampoco debe aplicar beneficios a los maltratadores por buena conducta en la cárcel porque son especialistas en actuar así con quienes no son su pareja y además aprenden de otros similares en ese ambiente.
- Al ámbito político reconocer cuando se ha cometido un fallo en el sistema de atención y mejorar ésta para que sea efectiva de verdad.
- A los medios de comunicación y culturales que dejen de poner el foco en la mujer y lo pongan en el hombre. Y además que muestren la variedad de hombres que causan la violencia hacia la mujer y no repitan el cliché sólo del marginado social.