Alfonso por su parte describe ese sentimiento que entremezcla fortuna y frustración a partes iguales. Concluye tener una etiqueta tiene pros y contras.
"Hay veces que estoy … me siento afortunado por tener un diagnóstico. Y otras veces me siento decepcionado por ello. Me siento, por ejemplo, afortunado porque me imagino que como muchas de las personas que son TDA a lo largo de nuestra vida nos han diagnosticado otro tipo de patologías, y el hecho de ponerle un nombre a veces es importante a nivel personal por eliminar miedos y por prejuicios que también puedes tener tú con respecto también a cierto tipo de enfermedades a las que asocian. Y porque ves que igual en el momento en que tú tienes un diagnóstico claro puedes empezar a poner remedio. Luego por otro lado hay veces que sientes también frustración por el hecho de haber tardado tanto, en mi caso, por ejemplo, no haber sido diagnosticado."
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"Al no existir tampoco un conocimiento, y ahora sí que se está empezando a conocer mucho mejor el tema del TDA, sobre todo lo que afecta al TDA infantil se está empezando a tener mucho más en cuenta pero por norma general las personas tenemos un serio desconocimiento de lo que es el TDA. Y normalmente, por ejemplo, la inmensa mayoría de las personas que somos TDA adultas no tenemos diagnóstico. En mi caso sí, pero la mayoría de la gente TDA no tiene diagnóstico. No sé a qué es debido, no lo sé, pero que igual a algunas personas sería perjudicial el tener un diagnóstico porque el hecho también de tener un diagnóstico hace que tengas una visión de tí mismo también un poco sesgada y quizá hay veces que incluso es mejor no tenerlo para no tener como prejuicios sobre tí mismo. Pero creo que resultaríamos mucho más comprensibles las personas que somos TDA si tuviéramos un diagnóstico. Se nos comprendería mejor."