Consuelo reconoce su incredulidad inicial ante el diagnóstico, aunque termina convencida, y las anécdotas asociadas a la relación entre sus hijas y las diferencias en el trato.
C: Ella no se lo creía
P: Yo al prin … eso ya lo hemos comentado, ese punto lo hemos comentado.
C: Y era muy reacia y la castiga ... Y era severa con ella.
P: Sí.
C: Era muy severa hasta que … También la pilló en mala edad, que es lo que ella dice, no estaba en una edad en la cual ella estaba centrada y entonces ella lo veía como decir “Mamá, mi madre a mí siempre me ha exigido”. Porque ella cree que yo soy muy rígida o tal, que no es cierto, pero bueno, ella sí que de exigencias o tal, entonces, y “a esta … esta no saca las notas y encima no le dicen nada”. Esa era la percepción que ella tenía, que es la misma que decíamos en los colegios, que la estábamos malcriando. Eso es lo que veía al principio, ya te digo, cambió.
(…)
C: Y otra cosa que es graciosa, porque cuando venía a decirte las notas ...
E: Sí.
C: ... cuando le preguntó toda contenta, nosotros ya lo sabíamos porque nos lo había dicho, digo, ahora cuando … "¿ya sabe la nota, (nombre de la hermana)?" / "no, pregúntaselo tú, ¿qué nota has sacado en Matemáticas?", esa es que es una anécdota, porque luego ha habido muchas más, y dice “un dos Tieta”. Además ella lo decía convencida de que el dos estaba bien, que tampoco había sido nada del otro mundo, que lo había hecho bien, y esta con la cara descompuesta “Mamá, ha sacado un dos” y digo “ah”, digo “y a mí qué me cuentas”, digo “qué estamos cansados de decirte nosotros, que se va con toda la lección entendida y que luego no hay forma de que lo haga" porque dejaba los exámenes en blanco. La mayoría de las veces no los hacía.