Esther y Luis se quejan de otro aspecto de la comunicación: sentirse como “un número”.
M: ¡Ella no me ha dado ninguna receta! Y bueno le pregunto pero dice “¡pero yo no hago recetas!” / “bueno pero por qué no me dices a quién le tengo que pedir la receta porque yo no sé el protocolo que tienen ustedes”. Tengo que saberme el protocolo del centro médico, tengo que saberme el protocolo del Hospital (nombre), tengo que… ¡no se puede! Tengo que saber conceptos médicos. No. ¡Explíquemelo! Si usted me lo dice con palabras que no … que yo no pueda entender así ... porque yo no, yo no soy un número, yo no soy un animal, a mí me tienes que decir lo que tengo que hacer, por qué es así y en qué consiste la histerosalpingografía. Que también le pregunté “¿en qué consiste?” / “¡ah bueno eso es una prueba que tal …” / “No, pero dígame en qué consiste”. Bueno pues de tanto insistir me enseñó una imagen de las trompas y me dijo “mira esto es así, y consiste en esto y esto otro” / “vale”. ¡Ves! ¡No te cuesta nada! Es que … pero a ver que yo no te estoy … es que no sé cómo explicarme porque lo normal es que yo como paciente pregunte. Yo tengo que saber lo que tengo que hacer para hacerlo bien. Primero para hacerlo bien y otra para porque yo estoy acostumbrada a hacer las cosas sabiendo lo que estoy haciendo. No sé.
H: ¡Claro! Si tienes información hay menos probabilidad de que te equivoques o que … o darte cuenta si la otra persona va a cometer un error, porque todos nos equivocamos. Si a mí me obvias información, y no me cuentas nada de lo que tengo que hacer, voy como el ganado al matadero.